Pero
no me siento a su descomunal mesa,
ni duermo, ínfimo, en ninguno de los cuartos.
Aquí
mora el silencio rodado
y es espesa la sombra, las sombras, los retratos
desconocidos.
La
casa siempre parece vacía,
quién no diría que es así.
Sólo al apacentar sus libros,
o al sorber las abejas de luz
que trasladan el cristal a las manos,
puedo imaginar la curva
decepción del anhelo.
PMB